El Estado y sus razones (Andrés A. Aguilera M)

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Corría el mes de abril del año 1997 e iniciaba una importante jornada electoral. Por primera vez en la historia moderna del país, los habitantes de la Ciudad de México elegiríamos a quien nos gobernaría hasta el año 2000 y a los integrantes de la primera Asamblea Legislativa que tendría facultades similares a las de un congreso estatal; además sería también, la primera vez que –activamente– participaría en una campaña electoral.

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El fin del “monolito revolucionario” llegó a finales de la década de los años 60s. Los dramáticos sucesos de 1968 y 1971 redujeron la legitimidad de los gobiernos emanados de la Revolución y comenzó un movimiento de apertura democrática en el país. Las voces opositoras al régimen tenían tribuna que exigía la alternancia en el ejercicio del poder.

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Durante los gobiernos post revolucionarios, se hicieron cosas muy importantes para fomentar –quizá forzosamente– las condiciones de unidad nacional. Se ideologizó la educación, se crearon “mitos” en torno a figuras y héroes nacionales, al tiempo que se crearon a los grandes villanos de México; se exaltó y victimizó a lo prehispánico, que se impuso sobre la ascendencia española y se creó un concepto aglutinante en torno “a lo mexicano”.

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El 20 de noviembre de 1910, con la promulgación del Plan de San Luis, dio inicio la gesta revolucionaria que tuvo como principal objetivo el derrocamiento de un régimen oligárquico y despótico encabezado por Porfirio Díaz. Bajo la primicia romántica e ingenua de que la democracia sería el remedio para los males que aquejaban al país, Francisco I. Madero llamó a la lucha armada, sin considerar que el cúmulo de 500 años de inconformidades, injusticias, abusos y excesos de la oligarquía política, de las clases sociales dominantes y del clero oscuro e hipócrita, habría de encontrar voz a través del tronar de la metralla y el sonar de los cascos de caballos; estaría caracterizado por cananas, carabinas y “adelitas”; y estaría marcado por el desorden y la inestabilidad social, política y económica del país.

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Este principio de mayo ha estado marcado por las tristes imágenes de un país que, por más que se quiera disimular, atraviesa por una de las peores crisis de seguridad de su historia. Como película de acción hollywoodense, este viernes vimos imágenes de camiones incendiados en las principales carreteras de acceso al estado de Jalisco; al tiempo que comercios, gasolineras y establecimientos mercantiles eran atacados por presuntos miembros del crimen organizado; hechos que, desgraciadamente, se fueron extendiendo hacia los estados de Colima, Michoacán y Guanajuato. Sucesos adjudicados al cártel de Jalisco “Nueva Generación”, en respuesta al “Operativo Jalisco”, diseñado para capturar a los líderes de este grupo delincuencial, sin resultados hasta el momento, por cierto. Las imágenes, distribuidas por los portales noticiosos y las redes sociales, mostraron una realidad inocultable: México padece de terrorismo.