Como me gustaría realmente vivir en una nación como la que presentan en los Informes anuales de la presidencia.
Un país en orden, con transparencia, con respeto a los derechos humanos y garantías constitucionales. Una patria que crece en calles, avenidas, puentes, caminos, carreteras, toda esta infraestructura de calidad, seguras, amplias, modernas, sin baches, con señalamientos. En donde las autoridades no tiene que justificar porque los discapacitados caen en coladeras sin tapas y promueven campañas de parcheo vial. Un país lleno de estudiantes educados, bien instruidos, jóvenes de excelencia y universales. Profesores acreditados, premiados, reconocidos. Científicos de vanguardia con innovaciones e investigaciones de primer orden. Una nación, como nos dicen, defiende su soberanía porque tiene clase, categoría y estatura para tratar, negociar, hablar y respetar a otros pueblos y sus leyes. Esa nación que nos refieren los políticos en turno donde el petróleo es una fuente de riqueza, la salud es en verdad como en Dinamarca, con medicamentos, con altísima tecnología, con salas de atención y quirófanos, con médicos galardonados por el gobierno por su entrega, vocación y devoción. Una nación con escrúpulos que busca fortalecer la autonomía de las universidades, de organismos e instituciones dedicadas a la defensa electoral y de información. Dónde escucha a la oposición para aprender y fortalecer. Esa gran nación que cada año es mejor, más robusta, con más identidad. Con gobernadores eficientes, no improvisados ni corruptos. Con saboteadores y estafadores presos. Un México con división de poderes, con una Suprema Corte competente y decente, un legislativo integrado. Un territorio por donde se puede transitar, pasear, vacacionar sin la extorsión de las policías ni balaceras entre sicarios. Una maravilla de país que nos plantean sin gritos, sin confrontaciones, con debate argumentado y parlamentarios con experiencia y compromiso con la sociedad. Una nación que da primero atención a sus connacionales que a migrantes. Un sitio que presume la fuerza de la libre expresión y de manifestación sin censuras, persecución y asesinato de periodistas. Una patria cargada de semillas y granos, de alimentos, de ganado, de campos fértiles. Una país que presume el crecimiento de visitantes y turistas por sus aeropuertos operando como los mejores del mundo. Una presidencia que se fortalece a un lado de la iniciativa privada, que fomenta el empleo y la inversión. Ese país de fantasía que nos regalan cada año en una fiesta de datos que no empatan con nuestra realidad. Informes de gobierno que nos exhiben sus triunfos pero nos ocultan sus fracasos. No nos dicen qué se dejó de hacer, qué daños han causado, qué porcentajes de pérdidas humanas llevamos y el quiebre de empresas. Pero al parecer, por un año más estamos fortalecidos tanto que hay que aplaudirles, darles las gracias y regalarles nuestra confianza para que en encuestas compradas suban su popularidad. La gran diferencia de este último informe con los seis anteriores es que todo el desarrollo y modernidad, los avances y la gallardía se le debe al mesías. Es un “segundo piso”, una continuidad de la “honestidad valiente” de aquel “gallito feliz” que hoy vive escondido porque la nación tiene mucho que demandarle, no asi su grupo político complaciente y en el poder. En verdad, como me gustaría gozar de esa bonanza que nos presumen los políticos. A aplaudir entonces, no a exigir a eso nos han acostumbrado, o no? Y que conste que es pregunta. Total se “acabó la oscura noche del liberalismo” dijo la presienta (con a).
CARLOS RAMOS PADILLA
*Conductor del programa VaEnSerio izzi 135 y radio mexiquense. Meganoticias, TVC