La perenne estupidez

Sin lugar a duda la estupidez forma parte de la doctrina de la mal llamada Cuarta Transformación

encabezada por el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien hasta ahora sigue un día sí, y otro también, señalando a sus presuntos adversarios políticos, que hasta ahora ni pintan, como los promotores de su fracaso al frente del país. No es un asunto menor, porque desde hace tiempo que sus olvidos y sus desplantes lo han convertido en el hazmerreír de los mexicanos. No sé si la inventiva de la que siempre hizo gala se le haya terminado por algún problema de índole mental, pero todo indica que vive en una realidad distinta a la de los mexicanos de estos tiempos.

Carlo María Cipolla recogió los principios que distinguen a aquellos que se perjudican a sí mismos y a los que los rodean, y considero que esta circunstancia es un clásico aue no pasa de moda. Bien señalaba que el perro del hortelano ni comía ni dejaba comer, y los estúpidos perjudican a los demás sin obtener a cambio ningún beneficio. Esa es la regla de oro de la estupidez humana que el economista italiano Carlo María Cipolla enunció a mediados de los años setenta del siglo pasado, y que pareciera estar vigente en los tiempos que vivimos.

También señaló que la estulticia, que no es otra cosa que la ignorancia, estupidez o necedad de una persona, es atemporal. Si pudiéramos citar esta circunstancia que relata Carlo María Cipolla, tendríamos que decir que es un aviso de actualidad sobre el gran peligro social que suponen los estúpidos. Pero también habrá que señalar que ni Cipolla ni mis propios lectores serán uno de ellos, aunque la estadística diga lo contrario. Pero también habrá aue señalar que la historia de las leyes básicas de la estupidez humana, tienen su gracia y fueron escritas en 1976.

Bien decía Cipolla que “una de las grandes creaciones de la naturaleza es haber distribuido la estupidez de manera equitativa en todas las clases sociales, razas y condiciones. Y esta circunstancia se complementa con lo que señalaba el filósofo Jeremy Bentham de que “todo acto humano, norma o institución deben ser juzgados según la utilidad que tiene, esto es, según el placer o sufrimiento que producen en las personas”. Y no es fácil discernir sobre la circunstancia de que cada quien tendrá que enfrentar tarde o temprano a un estúpido, y en la peor circunstancia, los estúpidos podemos ser nosotros y quizá no lo sepamos.

Bien señalaba que “siempre, e inevitablemente, todo el mundo infravalora el número de estúpidos en circulación. Y señalaba que continuamente nos sorprendemos al descubrir cómo personas que considerábamos racionales se comportan de forma desvergonzadamente estúpida, y sus actos de maldad inconscientes afloran en los peores lugares en los peores momentos. También señalaba que la probabilidad de que determinada persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica.

Unos de los grandes milagros de la naturaleza es haber distribuido la estupidez de forma equitativa por todas las clases sociales, razas y condiciones. Quizá eso explique el fenómeno en el que hemos estado viviendo los mexicanos desde hace poco más de cuatro años. Una de sus reglas máximas es que ““un estúpido es una persona que ocasiona pérdidas a otra persona, o a un grupo social sin que él se lleve a cabo nada o incluso salga perdiendo”. Y aquí se rompe la regla, porque Andres Manuel López Obrador siempre ha salido ganando, porque ha usado el dinero de los mexicanos como nadie lo había hecho. Así de simple nuestra circunstancia. Al tiempo.

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Lic. en Derecho por la UNAM. Lic. En Periodismo por la Carlos Septien. Conferencista. Experto en Procesos de Comunicación. Expresidente de la Academia Nacional de Periodistas de Radio y Televisión, Miembro del Consejo Nacional de Honor ANPERT, con cincuenta años de experiencia en diversos medios de comunicación.