¿Quinta transformación?

Todo es cosa de tiempo. Sí. En medio de la agigantada

 incertidumbre por el coronavirus y cuando aún estamos ante una cuesta empinada, el tiempo nos develará la verdad sobre una serie de misterios, dudas e interrogantes, todas ellas válidas, supongo. Más todavía, asumo como urgente olvidarnos de la Cuarta y brincar ya a una Quinta Transformación.
Hagamos algunos apuntes. Aludo por ejemplo al mismísimo origen de semejante enfermedad. Sabemos que proviene de la ciudad china de Wuhan, la décima economía del gigante asiático, pero desconocemos prácticamente todo lo relacionado con este virus, en torno al cual se han tejido hipótesis poco o nada científicas. Después de todo, el desconocimiento y/o la ignorancia alientan las teorías más descabelladas aun y cuando se presenten muchas veces bajo los camuflajes más solemnes y/o casi casi doctorales.
Sabemos de igual forma que enfrentamos un virus peligroso por la velocidad de propagación, pero para el cual carecemos de antídotos posibles, al menos en el corto y mediano plazo. No obstante, alienta en algún grado su relativamente baja tasa letal (entre tres y cinco por ciento de casos). Pero nos angustia hasta el tuétano su letalidad –digámoslo así- económica.
Hay quienes encuentran absolutamente creíble que este maligno virus se haya esparcido de manera intencional en medio de un conflicto económico y comercial entre Estados Unidos y China. Otros consideran que todo es parte de un maquiavélico megaplan diseñado y ejecutado por poderosísimas y siniestras cúpulas multinacionales para contener el explosivo crecimiento demográfico mundial con base en el miedo –un sentimiento o emoción absolutamente humanos.-Para segmentos menos complejos se trata de una factura obligada por la destrucción inclemente e impune de la madre tierra, agobiada, pero dotada eso sí del poder voluntarioso de la venganza natural.
Las cifras asociadas al flagelo ya son espeluznantes y, lo peor, es que se multiplican con una rapidez de vértigo. Nuestro poderoso vecino del norte, convertido estos días en el epicentro del cataclismo, teme que el virus se lleve en muy poco tiempo unas 200 mil vidas.
México, tan venido a menos en estos tiempos, se aproxima al número redondo de los mil casos y las 20 muertes, una cifra que podría muy lamentable y dolorosamente alcanzarse cuando estas líneas vean la luz pública.
Las dos semanas siguientes parecen hasta ahora perfilarse como las más críticas, aunque no es descartable que se cumplan los vaticinios más pesimistas de que el calamitoso virus nos siga poniendo en aprietos y severos riesgos hasta octubre próximo. Otra vez, cosa de tiempo.
En medio de tanta incertidumbre y miedo, hay al menos claridad en dos efectos seguramente ineludibles. Uno tiene que ver con la certeza de la existencia misma del virus, ese enemigo invisible pero de un potencial devastador. La segunda consecuencia ineludible es el daño económico, el macro claro y el que ya se siente y escalará seguramente en la vida cotidiana de millones de mexicanos, cuyas economías centaveras están inscritas en la denominada informalidad. El palo en este ámbito se anticipa desde ahora de pronóstico y peligro reservados, y aún inconmensurable. Ya veremos el tamaño del impacto en los días, semanas y meses que siguen. El tiempo, otra vez.
Lo que el sentido común indica sin embargo es que ya deberíamos –gobierno y gobernantes- estar imaginando al menos una Quinta Transformación una vez que la tan pomposamente llamada Cuarta Transformación quedó rebasada por los hechos, lo que trasunta las increíbles paradojas de la vida, más todavía cuando se le plantea desde la esfera pública a partir de un absoluto mandato popular. Me pregunto si el virus y los efectos derivados de éste dejarán incólume a la Cuarta Transformación. ¿Acaso no habría que reinventarla a la luz de las nuevas realidades?
Parece imperativo el diseño e instrumentación de un nuevo paradigma nacional, donde la defensa de la vida y la salud resulte el objetivo nacional primordial y enseguida, de manera paralela, se rediseñe e instrumente un nuevo ciclo y operación económica para el país. La insospechada crisis y sobre todo su tamaño abren la oportunidad. Ojalá haya forma y tiempo de aprovecharla. ¿O dejamos todo a la inercia, o al a ver qué pasa? México demanda un renovado vigor nacional, ¿o qué, nos echamos a llorar, a contar los casos y las pérdidas económico-materiales? ¿Será posible que todo se reduzca a eso? Hay que reinventarnos.

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@RobertoCienfue1