Tumbos

Veamos, salvo que no quiera ver. México va dando tumbos hace meses. La transformación prometida

 en campaña, su prolongada campaña, por el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue sin cuajar a juzgar por sus resultados en indicadores clave, así y éstos disgusten, tengan sin cuidado o sean descalificados por el inquilino hoy de Palacio Nacional.
Al margen de ideologías, simpatías o rechazos, hay hechos concretos, duros y verificables o demostrables sobre asuntos clave de la agenda nacional que revelan, indican, señalan o como quiera usted decir que los problemas del país crecen antes que ceder. No hablemos ya de resolverse como deberíamos esperar.
La realidad de México es mucho más terca pese a que tengamos hoy día un presidente que pretende convertir la terquedad en virtud. Ambas terquedades resultan muy desafortunadas, lamentablemente.
Vea. Economía, seguridad pública, salud, gobernabilidad, confianza y credibilidad están en números rojos, otra vez muy lamentablemente. ¿Quiere datos duros? La economía mexicana decreció 0.14 por ciento en 2019 después de que en 2018 –año electoral y relevo de gobierno- apenas creció 2.0 por ciento, una tasa absolutamente mediocre de los repudiados neoliberales.
En materia de seguridad pública tampoco andamos bien. ¿Cifras? El año 2019 quedó inscrito ya como el más violento desde el inicio en 2006 del calderonato y su casi inmediata ejecución de su fracasada guerra al crimen y el narcotráfico. Los homicidios dolosos en 2019 superaron los 36 mil en toda la geografía nacional, un promedio mensual de tres mil o cien cada 24 horas. ¿Avanzamos? Retrocedimos con todo y la cacareada Guardia Nacional, otro enjambre de nuevos problemas aun y cuando se suponía, y más aún se esperaba, sería la llave para abrir la puerta a un México menos criminal.
Salud para los mexicanos con un sistema e infraestructura equiparable –imagínese usted- al que opera en los países nórdicos, Canadá o Inglaterra. Fue la promesa presidencial. Es cierto, no dijo que el sistema de salud y con fármacos gratuitos operaría plenamente en 2020. Lo prometió para el cierre de su gobierno. Pero el famoso Insabi está peor que el extinto seguro popular. Si no lo cree vaya y pregunte a la Sedena y/o Semar, tan angustiados estos días por la irrupción del Covid-19.
Un apunte al calce: me solidarizo con los titulares de la Sedena y de la Semar. Reflejaron ambos una gran preocupación la noche del lunes 30 de marzo pasado durante el anuncio en Palacio Nacional de la emergencia sanitaria por fuerza de causa mayor. Tienen recursos magros y por si fuera poco tendrán que buscar soluciones para combatir la pandemia a contrarreloj porque aún a ellos les pegó la bendita austeridad republicana. Menudo paquete les echaron encima. Altos mandos militares con rostros de preocupación.
La gobernabilidad de México está en riesgo porque el presidente rehúsa atender la agenda urgente. Prefiere sus giras y/o dispensar cortesías, atención y humanismo a la madre de un delincuente en coincidencia con una fecha que atiza demasiadas suspicacias y que hace pensar que al presidente en un país presidencialista como México siempre debe vérsele como el presidente. Ni más pero tampoco menos. En estos días de pandemia, el presidente delega, cuando lo esperable es que estuviera al frente, en su puesto de mando, como hacen los capitanes navales en tiempos de tormenta. Y luego se queja de que los conservadores lo quieren aislar y/o encerrar para crear un vacío de poder. Incomprensible. Igual proceder mostró en octubre de 2019 durante el recordado “culiacanazo”. A la hora de los balazos, en medio de una crisis grave, peligrosa y perturbadora, el presidente salió rápido de Palacio Nacional rumbo al aeropuerto de la Ciudad de México para tomar un vuelo comercial rumbo a Oaxaca. Tal vez era más importante comer tlayudas o tasajo. Quizá pensó que dejar la crisis de ese momento en su gabinete de seguridad le ahorraría un desgaste político.
Ahora y en medio de la crisis sanitaria que pone a México en una ruta crítica muy desafortunada y peligrosa sería deseable –otra vez- la vigencia de una atmósfera de confianza y credibilidad en los tres órdenes de gobierno y en particular en el Jefe de Estado. Temo que no es así. Los gobiernos de los Estados y aún de la ciudad de México están haciendo lo que pueden cada uno por su parte. Aún la señora Sheinbaum, aliada política del presidente, tomó ya medidas más drásticas para frenar la pandemia. Y los estados ni se diga. La iniciativa privada, al menos parte de ella, y aún la banca del país ya lanzaron por su cuenta sus programas de apoyo.
Mientras el presidente anda por su mundo, cabalgando en sus giras y advirtiendo que ya no habrá permisos para que operen empresas que dañen el paisaje y medioambiente. ¡No pues sí!. Imagínese, ya hasta extraño aquellos pactos que suscribían los gobiernos neoliberales del PRI con los diversos sectores y las fuerzas vivas para presuntamente salvar al país de crisis económicas severas, pero que palidecen frente a la actual. Al menos daban la impresión pública de que asían el timón y hasta se les creía. Hoy ni eso. El país sigue dando tumbos.
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@RobertoCienfue1